Comenzamos el XXX aniversario de las Kupelas Asesinas, ahí es nada, volviendo a esta sidrería 12 años después. ¿Volveremos a estar solos como en 2011? Por cierto, que batimos un record: la visita sidrera más temprana desde el comienzo oficial de temporada (20 enero).
Asistentes: Edu y Nesss.
Por primera vez, Edu y Ness curran juntos en la misma mesa, cada uno con su portátil, mientras hacen tiempo para salir de sidre. Hemos debido de hacernos mayores. Sobre las 19:30, nos vamos a pillar el bus a Astigarraga, y como el torpe de Edu se deja la tarjeta Lurraldebus en casa, pues tiene que apoquinar el montante de 1,85€ por el billete, su puta madreeeee. Hace un frio que se las pela, pero en el bus se va mejor. Nos bajamos en el nuevo barrio por las obras del centro de Astigarraga. Tras un par de tragos en el Ekaitz y Zipotza, vamos caminando por el nuevo bidegorri (al menos no estaba hace 12 años). No nos cruzamos más que con un coche, y una persona.
Enseguida nos avisa el mesero que nos ha sacado el aperitivo, compuesto de un par de choricillos a la sidra y, oh, sorpresa, un par de albóndigas en salsa, lo cual apreciamos sobremanera por su originalidad. Posteriormente, un tortillón de bacalao, muy rico, jugoso, sabroso, y sobre todo muy grande (Gorria/Artola size). Le avisamos al mesero que ya le diríamos cuando hacernos la carne; aunque siempre tardamos en ir a comer cada vez que nos sacaban algo, nunca lo encontramos frío. Más tarde, nos sacan un par de tajadas de bacalao con pimientos rojos y salsita, poca ración pero muy rica (peazo lascas). Luego, una txuleta de kilo, ya cortada (mal), muy rica (bien) y más rico aún el hueso cuando nos pusimos a roerlo (muy bien); no repetimos porque la tortilla nos sació lo suyo. De postre, 4 triángulos de queso no curado pero rico, 4 tiritas de membrillo (escasas), y un cesto de nueces no vascas que nos endiñamos entero. Mientras comíamos, Edu ve pasar hacia la mesa de una parejita lo que parecía una ración de tarta de queso casera, manifestando al camarero que tenía muy buena pinta, lo cual hizo que más tarde, en los postres, nos invitara a una ración; todo un detallazo porque además estaba tan buena como parecía de lejos. Esto nunca nos había pasado, todo no van a ser disgustos. Total, 87€, 43,50€ por cabeza, aparentemente caro pero mirando el detalle (el kilo de txuleta a 41€, no cobraban el pan aparte) no nos dejó mal sabor de boca, porque (valga la redundancia) estaba todo muy rico y no nos fuimos con hambre.
Fuimos los primeros en llegar y luego seríamos los últimos en irnos, ¡otro record más! Al confirmar que tomaríamos menú de sidrería, el mesero nos avisa que la txuleta más pequeña que tienen es de kilo, lo cual no nos preocupa lo más mínimo. Enseguida pasamos a catar las kupelas donde nos espera el txotxero, que nos va abriendo cada vez una kupela distinta, moviendo un parato que nunca habíamos visto: un pozal con aspecto de paragüero y con ruedas, para frenar la sidra no capturada por los vasos (no serían los nuestros). Hablamos con el simpático txotxero sobre el nuevo (para nosotros) aspecto de la sidrería, entre otros temas. Cuando aparecía alguno de los comensales (una parejita que cenó y desapareció pronto, un grupo de 10+5 que pidieron pagar juntos pero comer separados, y otros dos más), comprobamos que en general no habían sido aleccionados en el arte del txotx: ni hacían fila, ni ponían un vaso tras otro... pero echamos unas risas con ellos, escuchando sus análisis profesionales sobre el sabor de la sidra de las distintas kupelas.
Al final, beber, bebimos, y con cautela que alguno tenía que trabajar al día siguiente. Nos interesamos por conseguir un calendario de la sidrería pero nos dicen que eso es cosa de los dueños (!!!), que les dieron sólo 5 para colgar, dejando clara la cada vez más popular separación entre los dueños productores de sidra y los que dan de comer y beber al público.